Presentación de “El Argentino” en la Biblioteca de Merlo: Una mañana que aún me vibra en la piel

👉 “¿Te gustó? Ayúdame compartiéndolo”

Todavía tengo en la garganta el nudo que se me formó esa mañana. No sé si fue por la emoción, por los silencios que hablaban más que las palabras, o por las miradas que se cruzaban entre los presentes con ese gesto cómplice que solo se da cuando uno se reconoce en el otro.

Presentar «El Argentino» en la Biblioteca de Merlo no fue solo un acto literario: fue un acto de memoria, de identidad y, sobre todo, de pertenencia. Fue reencontrarnos con algo que tal vez nunca nos fuimos del todo, pero que a veces olvidamos nombrar con orgullo: nuestra argentinidad.

Mientras leía el cuento, sentía cómo cada palabra se instalaba en el aire con un peso especial. Algunas personas apretaban los puños, otras cerraban los ojos como queriendo escuchar con el alma. En varios rostros vi lágrimas silenciosas que no pedían permiso para salir. Y en otros, sonrisas tibias, como si una verdad largamente postergada se hiciera presente sin necesidad de gritar.

“El Argentino” es la historia de un despertar. De un joven que creció creyéndose británico, que miraba a los argentinos como ajenos, hasta que la guerra, los gestos humanos y un encuentro inesperado le abrieron los ojos. Es una ficción, sí, pero también es un espejo. Un homenaje a los que vinieron antes, a los que lucharon, a los que fueron silenciados, y a los que hoy siguen creyendo que las Malvinas no son solo una causa, sino parte de nuestra alma colectiva.

Después de la lectura, se abrió un espacio de charla que fue tan necesario como conmovedor. Hablamos de historia, de identidad, de lo que significa ser argentino más allá de las fronteras y los discursos oficiales. Alguien me dijo: “Tu cuento me hizo sentir que la patria no es una palabra vieja”. Y ahí supe que el relato había llegado.

No fue una mañana cualquiera. Fue una mañana de esas que uno guarda en el pecho, para volver a ella cuando falte fuerza o claridad. Una mañana en la que la literatura sirvió como puente, como refugio, como trinchera emocional.

Quiero agradecer a la Biblioteca de Merlo por abrir sus puertas con tanta generosidad, a cada persona que se acercó, que escuchó, que compartió su sentir. Y también a Miguel, ese personaje que nació del relato pero que representa a tantos: los que nos enseñaron que la patria también se lleva en los gestos simples, como compartir un pan o coser una escarapela.

Porque, como dice el cuento, “uno es de donde sangra, no de donde le dicen que pertenece”. Y esa frase, en esa sala llena, se sintió como un latido colectivo.

«uno es de donde sangra, no de donde le dicen que pertenece»

Gracias por acompañarme en este viaje. El Argentino ya no camina solo.

Guillermo D. A. Vallejo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *